El Arte De Leer

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La lectura o el goce de los libros, ha sido considerada siempre entre los encantos de una vida culta y es respetada y envidiada por quienes se conceden rara vez ese privilegio. Es fácil comprenderlo cuando comparamos la diferencia entre la vida de alguien que no lee y de la de alguien que si. La persona que no tiene la costumbre de leer está apresada en un mundo inmediato, con respecto al tiempo y al espacio. Su vida cae en una rutina fija; esta limitado al contacto y la conversación con unos pocos amigos y conocidos, y solo ve lo que ocurre en su vecindad inmediata.

Pero en cuanto toma en sus manos un libro entra a un mundo diferente, y si el libro es bueno se ve inmediatamente en contacto con uno de los mejores conversadores del mundo. Este conversador lo conduce y lo transporta a un país diferente o a una época diferente, o descarga en él algunos de sus pesares personales, o discute con él una forma especial o un aspecto de la vida de que el lector nada sabe.

Pero hay más que esto. El lector se ve llevado siempre a un mundo de pensamientos y reflexiones. Aunque se trate de un libro de hechos físicos, hay una diferencia entre ver esos hechos en persona, o vivirlos, y leer sobre ellos en los libros, porque entonces los hechos asumen siempre la calidad de un espectáculo y el lector se convierte en un espectador desapasionado. La mejor lectura es, pues, la que nos lleva a este mundo contemplativo, y no la que se ocupa solamente del registro de los hechos. Considero que no se puede llamar leer a esa tremenda cantidad de tiempo que se pierde con los periódicos, porque los lectores comunes de periódicos se preocupan sobre todo de obtener noticias sobre hechos y acontecimientos.


No se lee solamente “para mejorar la cultura”. Por que cuando se comienza a pensar en mejorar la cultura o la mente, desaparece todo el placer de la lectura. Estas son las personas que se dicen: “Debo leer a Shakespeare, y debo leer a Sófocles, y debo leer a Cervantes, para poder ser un hombre culto.” Estoy seguro que una persona así no será culta jamás. Una noche se forzara a leer Hamlet de Shakespeare, y saldrá de ello como de un mal sueño, con el único beneficio de poder decir que ha “leído” Hamlet. Todo el que lea un libro con sentido de obligación es porque no comprende el arte de la lectura. Este tipo de lectura con fines de negocios es igual a la lectura de archivos y antecedentes, por un político, antes de pronunciar un discurso. Es apenas pedir consejo e información de negocios, y no leer.

Sin embargo leer para cultivar el encanto personal y el sabor de la palabra es bastante valido. Que uno tenga sabor o no cuando habla, depende de su método de lectura. Si un lector obtiene el sabor de los libros demostrara ese sabor en sus conversaciones, y si tiene sabor en sus conversaciones no podrá menos que tener sabor en lo que escribe.


Por ende, considero al sabor, o el gusto, como la llave de toda la lectura. Sigue necesariamente de ello que el gusto es selectivo e individual, como el gusto en la comida. Cuando se lee, como cuando se come, lo que hace bien a uno puede matar a otro. El maestro no puede forzar a sus alumnos a que gusten lo que él gusta como lectura, y un padre no puede esperar que sus hijos tengas los mismos gustos que él. Y si el lector no tiene gusto por lo que lee, pierde el tiempo.



Por lo tanto, no puede haber libros que uno debe leer. Por que nuestros intereses intelectuales crecen como un árbol o fluyen como un río. No hay en el mundo libros que se deban leer, sino solamente libros que una persona debe leer en cierto momento, en un lugar dado, dentro de las circunstancias dadas y en un periodo dado de su vida. Cuando los pensamientos y la experiencia de una persona no han llegado a cierto punto para leer una obra maestra, la obra maestra sólo le dejará mal sabor en el paladar.

Además, el mismo lector cuando lee el mismo libro en periodos diferentes logra un diferente sabor. Por ejemplo, gozamos más de un libro cuando hemos tenido una conversación personal con el mismo autor, o después de haber visto un retrato suyo; y se logra un sabor diferente, a veces, después de haber roto una amistad con el autor. Por lo tanto, todos los buenos libros pueden ser leídos con provecho y con renovado placer por segunda vez.

En mis días de secundaria se me hizo leer Fausto y Werther, ambos libros de Goethe, pero si bien fui capaz de apreciar Werther, el verdadero sabor del Fausto se me escapo hasta que reflexioné, años más tarde, y sospeché que había en este libro mucho más encanto que le que había sido capaz de apreciar yo.

La lectura, pues, no es un acto simple; tiene dos caras: el autor y el lector. La ganancia neta proviene tanto de la contribución del lector, por medio de su propia visión íntima y su experiencia, como del autor mismo. Con respecto a las Analectas de Confucio, un sabio dijo: “Hay lectores y lectores. Algunos que leen las Analectas y sienten que nada ha ocurrido; a algunos complacen uno o dos renglones, y otro comienzan a sacudir las manos y a danzar inconscientemente”.



Considero que el descubrimiento del autor favorito es para cada uno el acontecimiento más crítico en el desarrollo intelectual. Hay algo que se llama afinidad de espíritus, y entre los autores de los tiempos antiguos y modernos debe tratar uno de encontrar a aquel cuyo espíritu sea semejante al nuestro. Sólo de esta manera se puede obtener algo realmente bueno de la lectura. Nadie puede decir quien será el autor favorito de cada uno; quizá no lo pueda decir el mismo lector. Es como el amor a primera vista. No se puede decir al lector que ame a este o a aquel escritor; pero cuando se ha encontrado al escritor que ama, lo sabe por una especie de instinto. Hay sabios que han vivido en edades diferentes, separados por muchos siglos, pero con modos de pensar y sentir tan semejantes que al reunirse en las páginas de un libro parecen ser una sola persona que encuentra su propia imagen.

En la fraseología china se dice que estos espíritus semejantes son reencarnaciones de la misma alma, como se decía de Su Tungp’o que era una reencarnación de Tschuangsté. Su Tungp’o dijo que la primera vez que leyó a Tschuangsté tuvo la sensación de que desde la niñez había estado pensando las mismas cosas y asumiendo los mismos puntos de vista. George Eliot dice que su primera lectura de Rosseau fue un choque eléctrico, Nietszche sintió lo mismo acerca de Schopenhauer, pero Schopenhauer era un maestro enojadizo y Nietszche un discípulo rebelde, y era natural que el alumno se revelara más adelante contra el maestro.

Solo esta clase de lectura, este descubrimiento del autor favorito, pueden hacer bien. Como cuando te enamoras, todo es como debe ser. Esa persona tiene la forma adecuada, el rostro exacto, el cabello del color exacto, la voz de exacta calidad, y la forma exacta de hablar y sonreír. Lo mismo ocurre con el autor: su estilo, su gusto, su punto de vista, su modo de pensar, son exactamente lo que esperaba encontrar. Y luego el lector procede a devorar cada palabra y cada línea que escribe el autor, y como hay una afinidad espiritual, absorbe y digiere todo lo que lee. El autor ha puesto su magia sobre él, y a el lector le alegra estar bajo su sortilegio, y, con el tiempo, su voz y sus modales y la manera de hablar y sonreír se van haciendo como las del autor.

Hay muchos lectores que nunca se enamoran, como esas personas que flirtean mucho y son incapaces de sentir un cariño profundo por una persona particular. Pueden leer todos y cualquier autor, y jamás consiguen arribar a algo.

Tal concepto del arte de leer destruye por completo la idea de la lectura como deber u obligación. Hubo un famoso erudito que estudiaba amargamente y que se clavaba un punzón en la pantorrilla si se dormía de noche mientras estudiaba. Hubo otro que hacia que una sirvienta estuviese a su lado mientras el estudiaba, de noche, para despertarle cada vez que se dormía. Esto es una tontería. Si alguien tiene un libro ante los ojos y queda dormido mientras un sabio autor antiguo le esta hablando, hace bien en irse a la cama. Los sabios que valen algo no saben qué quiere decir “estudiar con empeño”. Aman los libros y los leen porque no pueden evitarlo, nada más.

¿Qué es, pues, el verdadero arte de la lectura? La respuesta, muy sencilla, consiste en tomar un libro y leer cuando se tiene ánimo. Para gozarla cabalmente la lectura debe ser espontánea. Toma uno un libro de Jane Austen (Emma, por ejemplo), y se va a leer a la orilla de un rio. Si hay buenas nubes en el cielo, se puede leer las nubes y olvidar los libros, o leer los libros y las nubes a lavez. A ratos, una buena pipa, o una buena taza de té hace el momento más perfecto. O acaso en una noche fría sentado cerca de una chimenea, cuando canta una tetera anunciando que ya esta listo el té, uno reúne diez o doce libros de filosofía, novelas románticas, poesía, historia, biografías, y los apila en el sofá, y después, holgazanamente, los hojea y se enfrasca en aquel que más atrae su atención en ese momento… adentrándose hacia lo desconocido.



 
Arrogant Whale - Drugstore Cowboy
Arizona - Some Kind Of Chill

Blueboy - Try Happiness

The Brilliant Corners - Boy And The Cloud

Brazos - Day Glo

Camera Obscura - French Navy

Another Sunny Day - You Should All Be Murdered

The Drums - Submarine

Fat Tulips - I Promise You

The Hit Parade - Queen Of Mousehole

Impossible Dreamers - August Avenue

Po! - Sunday Never Comes Around

The Shop Assistants - I Don't Want To Be Friends With You

Talulah Gosh - My Best Friend

White Town - Cold As Hell

Lovingly Yours - Signed Lovingly Yours

Sad Day For Puppets - Last Night

The Pastels - Crawl Babies

The Man From Delmonte - Will Nobody Save Louise

The Magnetic Fields - Absolutely Cuckoo

The Field Mice - If You Need Someone

BoA - Duvet (Acoustic Version)

Mexican Kids At Home - Start A One Man Band!

Pets - Setting Trends

Go Sailor - Ray Of Sunshine

The Popopopops - Dance Tonight

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